Comentario
La decoración escultórica de la Seu Vella se desarrolla fundamentalmente en el marco de los capiteles de las columnas del interior de la iglesia y en las portadas, sin olvidar, por lo que respecta a la época que nos interesa, una parte del claustro. Un análisis detenido también debería referirse a la decoración de los ventanales y de los canecillos que hay bajo la cornisa. A partir de una serie de estudios recientes, se puede distinguir la labor de varios talleres: los primeros, relacionados muy directamente con la órbita del 1200; los más avanzados, con ciertos elementos próximos a lo que convencionalmente conocemos como gótico, sin desligarse de lo anterior. Dentro de una cierta coherencia, la diversidad de talleres no sólo obedece a la duración de las obras, sino también, como debió suceder en Tarragona, a la necesidad de contar con un número considerable de artífices, dada la envergadura de las obras.
La labor del primer taller se desarrolla en los arcos de entrada de las capillas del brazo septentrional del transepto, manifestando su reflejo en el opuesto, así como en las columnas adosadas del primer par de arcos de separación de las naves. Su actividad pudo limitarse hasta el 1215 aproximadamente. Una parte sustancial de los temas representados tiene relación con la dedicación primitiva de cada capilla. Así, destacan los capiteles que contienen escenas de la vida de san Antolín, y muy especialmente del apóstol Santiago, caso en el que parece haberse enfatizado el traslado de las reliquias del santo a Compostela. El taller responsable de dichas piezas presenta familiaridad con la escultura italiana de las últimas décadas del siglo XII, habiéndose citado a Benedetto Antelami, de Parma, y a Biduino, de quien se conocen obras en Toscana. Se ha destacado la utilización de recursos antiquizantes, tal como se observa en un capitel que contiene un personaje atacado por un león y enfrentado a un dragón, cuyo tratamiento del desnudo y de los pliegues de la pieza que sostiene gozan de un grado de verosimilitud y ligereza sin precedentes en Cataluña. En el transepto sur, cabe destacar el ciclo de escenas dedicadas a san Pedro, y también a san Pablo, manifestando un nivel de calidad inferior a lo visto hasta el momento.
En la cabecera y el crucero trabaja otro grupo de escultores cuyo maestro debe ser puesto en relación con Ramón de Bianya. La familiaridad con Italia, no desdeñable, da paso ahora a unos rasgos relacionados con el ámbito languedociano, igualmente dentro del arte del 1200. En este sentido, es característica la labor preciosista en los pliegues de las vestiduras, que en la Seu Vella viene añadido, en algunos casos, a un gran vigor y dinamismo. Estamos ante uno de los ejemplos más claros de lo que se ha definido como decorativismo propio de estas fechas, aspecto que, según algunos autores, invade toda la catedral también desde el punto de vista arquitectónico. Entre sus obras más destacadas en Lleida, podemos citar el conjunto situado en el crucero, con Sansón luchando contra el león, una figura femenina, una imagen del caballero victorioso y David músico, como posibles alusiones a la monarquía. Dentro de la difícil precisión en la datación de este grupo, su participación ha sido situada aproximadamente entre los años 1215 y 1225.
En la zona alta del transepto se ha detectado la labor de otro taller, no alejado del primero, y cuya actividad sería ligeramente posterior al segundo. Se le atribuye el capitel que presenta un tema de identificación problemática, seguramente los Tres Hebreos ante Nabucodonosor. Su huella se deja sentir fuera de Lleida, en la decoración de la portada de Sant Pere de Fraga. En algunos puntos, quizá estemos ya en los comienzos del segundo tercio del siglo XIII. La escultura de las naves mantiene la orientación temática de las zonas precedentes, es decir, escenas basadas sobre todo en el Nuevo Testamento, representaciones zoomóficas y una variada ornamentación de tipo vegetal. Parece clara la vinculación con las portadas abiertas en esta parte, cercanas por otros motivos a lo tolosano. Puede ser que nos hallemos ya en el segundo tercio del siglo XIII.
Desde la óptica cronológica, aunque sea de modo relativo, podríamos haber tratado las puertas del transepto incluso antes de hacerlo sobre el segundo taller. Ha quedado demostrado que ambas, la septentrional, de Sant Berenguer, y la opuesta, de La Anunciata, son netamente distintas de las restantes, la de Fillols y las de los pies, características de lo que se denominará Escola de Lleida. La configuración inicialmente modesta de la primera pudo ser alterada en añadírsele un resalte rematado por una cornisa rica en decoración, de concepción idéntica a la del extremo meridional. La de La Anunciata, fechable hacia 1215, destaca por su decoración profusa en la misma cornisa, arquivoltas, capiteles y frisos, como por el grupo que contenían los nichos de las enjutas con María y el arcángel Gabriel, al que debe su nombre.
Recientemente se relacionaron con el autor del frontal de Santa Tecla, en la catedral de Tarragona, especialmente a través de la detallada labor de los pliegues, agrupados y repetitivos, en un decorativismo bautizado en ocasiones como manierista, precisamente en un carácter semejante al de las producciones de Ramón de Bianya. Participando de las características del arte del 1200, hay que destacar que el resto de la decoración es análogo al de algunas piezas del claustro de la seo tarraconense, a excepción de la cornisa, cuyas formas y especialmente las cabezas de rasgos extremados coinciden con la puerta de Sant Berenguer. En cualquier caso, las deudas con lo tolosano, como en Tarragona, constituyen lo más interesante en el taller de La Anunciata. Así, la figura del basilisco de un capitel, ser que también aparece en Tarragona, pudo tener como modelo un friso del tercer taller de la Daurade de Toulouse.
Parte de la estructura decorativa y de los repertorios fue retomada en las puertas dels Fillols y la central de los pies, que comunica con el claustro. Su realización pudo tener lugar hacia las décadas centrales de siglo. La primera, abierta en el lado sur del segundo tramo de las naves, constituye uno de los puntos más álgidos de la Seu Vella. La novedad es ahora la incorporación de una serie de motivos geométricos que ornan las arquivoltas, así como la proliferación de roleos, acompañados de otros motivos vegetales y poblados de figuración. Conviene destacar que algunas figuras de la zona de la cornisa, en las tabicas, se aproximan más decididamente al gótico.
Lo mismo sucedía con algunos capiteles del interior a esta altura de las naves. Lo singular viene determinado por la combinación brillante de los motivos de tradición tolosana, utilizados tímidamente en La Anunciata, con estos motivos que, aisladamente, forman parte de los repertorios del románico europeo más tardío, cubriendo zonas como Inglaterra, Alemania, Sicilia o la misma Península Ibérica. El mismo esquema y ordenación reaparecerá en las arquivoltas de la portada central de los pies, que, sin embargo, muestra una labor más pesada en los capiteles de las jambas. Las dos puertas correspondientes a las naves laterales son sencillas, sin dejar de relacionarse con las anteriores.
No podemos olvidarnos en este análisis de la decoración del claustro, que guarda relación inmediata con la de la iglesia. Estilo y repertorio están en contacto con las formas nítidas y el fuerte sentido decorativo existentes en las portadas y en los últimos tramos de las naves, especialmente en la parte más próxima del ala norte y en la adosada a los pies. Ello puede ser extensible a los capiteles del mirador y a algunos de los pilares de las demás galerías. Las obras de esta primera fase constructiva y decorativa del claustro, también próximas a la gran portada de Santa María de Agramunt, debieron realizarse hacia el tercer cuarto del siglo XIII.